Con cierto cansancio mañanero, y con la capa de pereza que me caracteriza,
encendí la televisión holográmica de mi salón. Me adormiló aun más la
aterciopelada voz de la presentadora de las noticias; lástima que fuera la de
una simple robot. Anunciaba la reciente subida de la criminalidad en el mundo,
a un uno por ciento. Cuando en otro momento, el escuchar de un seis por ciento
de índice hubiera sido el perfecto reflejo de una sociedad utópica e
idealizada, ahora estremecía el hecho de que había subido como la espuma al uno
por ciento. Tal vez fuera por la implantación de la tecnología en el campo de
la ley y la justicia, que nuestro planeta hoy, goza de un bienestar seguro y
afianzado. Todos, como ignorantes, nos dejamos abrazar por la simpatía y la
obediencia que se respira al lado de los autómatas férricos que nos protegen
día tras día. Pero la realidad oculta es que una mano de hierro oprime a todo
ese uno por ciento, inspirando un temor cruel y un macabro miedo disfrazado,
con horrorosas torturas en las peores prisiones, dignas de horribles videojuegos
de terror. Mi víctima solloza y suplica en lamentos ahogados. Enciendo mi
cortadora de plasma con una sonrisa tétrica. Me da igual, soy de los del uno
por ciento y nunca faltaré a mi instinto asesino.
Publicado en miNatura # 121
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